HISTORIA DEL NIÑO EMIGRANTE

abril 3, 2012

El otro día me hicieron llegar desde mi otra patria, Uruguay, este enlace. Me pareció tan real, tan descriptivo de mi propia historia y de la de muchos otros niños emigrantes que la pongo a disposición de todos ustedes para que así  puedan disfrutar de ella.

Es el fiel reflejo de los sentimientos que llevamos dentro y que en este tema está muy bien reflejado, sin duda.

Un fuerte abrazo a todos.

 

 


LAS VIVENCIAS DE SANTIAGO – 1

marzo 15, 2012

Santiago Márquez Pérez es un paisano que desde hace algún tiempo se puso en contacto con nosotros para felicitarnos por nuestro trabajo y sobre todo para hacernos partícipes de sus peculiares vivencias.

Actualmente reside en La Patagonia (Argentina) y a pesar de la lejanía y del tiempo transcurrido desde su primer día de emigrante nunca dejó de sentir esa morriña que tantos sentimos algún día y que con nosotros viaja siempre.

Hoy queremos poner a vuestro alcance una pequeña historia autoviográfica que recientemente nos mandó y que creo que a modo de presentación será indispensable para mas adelante entender los relatos que tambien están en nuestro poder y que no tienen desperdicio alguno.

Desde nuestro modesto puesto de intermediarios agradecemos el interés depositado por Santiago en nuestro blog para dar a conocer todo lo vivido por su persona en los largos años de lejanía de Galicia.

————————————————————————————————–

El relato que va a continuación está copiado de su envío y no se ha tocado ni siquiera una coma porque sinó perdería el encanto que tiene.

————————————————————————————————–

HOLA ROBERTO!
MÁNDOCHE UN PEQUENO RELATO AUTOBIOGRÁFICO.
TEN QUE VER CON ESA «TACHOLA» QUE TEMOS «CLAVADA NO CALCAÑAR» MAIS DE UN PAISANO FORA DE SUA TERRA.
O RELATO.
«FALAR ENTRENOS NOS: O  EL  HABLAR  ENTRE GALLEGOS DE LA DIASPORA»
 
DE NIÑO, AL LLEGAR A MONTEVIDEO (URUG.),YO ERA ESA VERSIÓN AUTÉNTICA DEL PERSONAJE «MANOLITO» DE LA TIRA «MAFALDA» CUYO  AUTOR ERA «QUINO».
EL NIÑITO «GAYEGO», EL QUE REPARTÍA POR EL BARRIO LA MERCADERÍA DEL ALMACÉN DE SU FAMILIA.
UNO DE ESOS CLIENTES QUE VISITABA LLEVANDO LA CANASTA ERA UN ANCIANAO DE NUESTRA ALDEA QUE YA EN AQUELLOS AÑOS (1958)… «LIEVABA MAIS DE SAZENTA ANIOS POR EL MUNDU ADIANTE»….SIEMPRER SU  MANERA DE HABLAR ERA ESA MEZCLA DE CASTELLANO MAL HABLADO , CON ACENTO GALLEGO Y ALGUNA QUE OTRA PALABRA «CASTIZA O CUBANA».
DON DOMINGO SIEMPRE ME HABLABA EN ESA SU FORMA DE COMUNICARSE. CON EL CORRER DE LOS AÑOS PUDE VERIFICAR QUE ,EN REALIDAD, EL NO ERA EL ÚNICO PAISANO QUE USABA ESE LENGUAJE O ESA MANERA DE HABLAR QUE NUNCA ERA NI BUEN CASTELLANO NI MAL GALLEGO…¡DIRIAMOS! : ALGO ASÍ COMO UN «COCOLICHE» DEL «GALLEÑOL»….¡NI UN IDIOMA NI OTRO!
ESO SÍ: SIEMPRE CON MUCHA SOBERBÍA, ¡MUY ESPAÑOLA!,  Y REMATANDO CON ALGÚN…»¡CARALLOOOO!»  Y/O «¡¡ DE LA LA OSTIAAA!»…
 
UNA TARDE,EN VERANO,  A ESA HORA QUE LLEGABAN POCOS CLIENTES AL ALMACÉN,  APARECE GOLPEANDO FIRMEMENTE  CON SU BASTÓN EN LAS TABLAS DEL PISO DEL NEGOCIO, DON DOMINGO. SE PLANTA ALLÍ Y CASI A GRITOS DEICE:
….!¡ A VER JUXÉ SI HACES ALJO PARA QUEZTE MOCHACHU HABLE BEN EL CASTELLANU, HOOOOMBREE!»…¡MIRA TI!…UN RAPACIÑO TAN ENTELEJENTE QUE AINDA NUN ZEPA HABLAR COMO CORRESPONDE ….VAICHEBOAVAI …. LA OSTIA, PEPE»!…
Y PROSIGUE DON DOMINGO:…»¡ IÁ LEVA COMA CUATRO ANOS NESTA TIERRA Y AINDA NUN SABE  HABLARTE   EL CASTELLANU…E DALLE CON HABLAR ESE EDIOMA DE JENTE  TAN ENORANTE !»…
MI TÍO JOSÉ ERA UN HOMBRE PAUSADO, ¡DE REFLEJOS LERDO,S DIRÍAMOS!…ESO ERA LO QUE LO DISTINGUÍA Y LO HACÍA AÚN MAS AUTENTICAMENTE GALLEGO, CLARO!;  DEJAR QUE LOS DEMÁS PIENSEN QUE SOMOS TONTOS O IGNORANTES…¡PERO  TOMANDO EN CUENTA LO QUE EL OTRO DICE.
CON ESAS MANERAS, MAS DE PORTUGUÉS QUE DE ESPAÑOL, MI  QUERIDO TÍO LE CONTESTA, TRANQUILO Y CASI SONRIENTE,  A DON DOMINGO:
 
….»¡MIRE DON DOMINGO, SANTIAGO SABE FALAR MOI BEN, PENSO EU,  O CASTELÁN…PERO,¡ MIRE USTED! : EL FALALLE CASTELÁN A OS QUE O FALAN E COS PAISANOS FALA GALEGO, ISO E O QUE PASA CON NOSO RAPÁS!»…
 
P.D..: A MAS DE UNA PERSONA LE ESCUCHE DECIR:…»ESCUCHAME SANTIAGO, TU VIEJO NO ES GAYEGO, ¿VERDAD?….ES QUE NO SE LE NOTA EL ACENTO!?»
          Y EN CUANTO A MI : CREIAN QUE ERA TAN URUGUAYO COMO ELLOS)
 
MORALEJA: EL VALOR SUPREMO QUE ESTE MI PADRE ADOPTIVO NOS INCULCÓ ERA EL DE OBTENER «EL CAPITAL DE UN BUEN NIVEL EDUCATIVO/PROFESIONAL», MANTENIENDONOS COMO AUTENTICOS GALLEGOS.
 
 EL ERA EJEMPLO DE TODO ESTO: AMÓ LA TIERRA QUE LO  RECIBIÓ MUY PROFUNDAMENTE. ERA UN DEVOTO DEL «VIEJO PANCHO», ¡PERO! EL ERA GAUCHO EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA: ¡GENEROSO Y HOSPITALARIO SIEMPRE!
NO HABÍA NI SOMBRA DE «ACRIOLLAMIENTO» EN SUS MANERAS, NI ESA FRAUDULENTA/IGNORANTE MANERA DE INTENTAR OCULTAR SU PROPIA IDENTIDAD GALLEGA HABLANDO ESE «PASTICHE»/»COCOLICHE» EN EL VANO  INTENTO DE OCULTAR  UNA DE LAS MARCAS DE LA IDENTIDAD DE UN PUEBLO:¡ HABLAR SU IDIOMA!
                                                         ————————————————————————————————
 MOITAS GRACIAS!
ATTE. SANTIAGO
GAUCHOS MATEANDO, reconocimiento a todos aquellos gallegos que se integraron en las tareas del campo en las Américas.
 «GAUCHOS MATEANDO»
 Reconocimiento a todos   aquellos gallegos que se integraron en las tareas del campo en tierras americanas.

UN GALLEGO EN CHINA

junio 20, 2010

Desde China Adrian Díaz nos hace llegar su historia personal desde tan remoto lugar.
Para conocimiento de todos los otros gallegos desperdigados por este inmenso mundo es grato disfrutar de los logros de compatriotas a lo largo de la geografía mundial.


LA HISTORIA DE LINO, EL CARPINTERO

abril 19, 2009

Así se lo conocía en La Comercial,  el barrio en que vivíamos  en la ciudad de Montevideo,  aunque hoy se llama Tres Cruces. Su nombre completo era Lino Monteagudo, nacido en Caldas de Reis en la provincia de Pontevedra, fue todo un personaje y su vida tuvo características tragi-cómicas, por lo cual merece ser contada su historia.

De joven aprendió el oficio de carpintero en su pueblo natal, luego hizo el servicio militar y posteriormente como miles de gallegos mas decide emigrar ante la difícil situación económica que se vivía en Galicia en ese entonces.

Su destino fue Uruguay, al cual llegó allá por fines de los años cincuenta y despues de trabajar en varias fábricas de muebles se decide a instalarse por su cuenta. De a poco monta un taller en la misma casa en que vivía y le comienzan a ir bastante bien las cosas, tiene mucho trabajo y casi no da abasto para atender todos los encargos que le llegaban. La primcipal razón de ello es que era un muy buen artesano carpintero, que trabajaba muy bien, era lo que se dice  » un carpintero de los de antes «. Los muebles que fabricaba eran para toda la vida, como ejemplo diré que cuando yo me casé nos hizo un juego de dormitorio, tan bueno, que aún hoy, treinta años despues,  lo conservamos y está casi como el primer día, nunca se nor rompió.

Recuerdo que el día que nos lo entregó,   como forma de probarlo se subió arriba de una de las mesillas y comenzó a saltar durante un buen rato, a la vez que decía: «viches, estas non se rompen, non son como as que che venden por ahí». También nos hizo las camas de nuestras hijas al nacer y aún la de la mayor de ellas, que ya tiene veintiseis años, se encuentra perfecta, sin ninguna rotura.

Pero Lino siempre fue un hombre solitario y su caracter era muy desconfiado, desconfiaba de todo y de casi todos. Estos rasgos que ya traía desde su juventud, se le fueron agudizando con el paso de los años pues algunas malas experiencias con clientes y también malas relaciones con algún que otro vecino lo hicierosn ser cada vez menos sociable. Además vivía eternamente desconfiado de que lo intentaran robar y siempre me comentaba de que en España esas cosas no pasaban y que en la época de Franco menos aún, pues ahi si que había respeto, que a todos esos «malandrines» y «gamberros» el hacer tres o cuatro años de servicio militar, como él había hecho, les vendría muy bien y los enderezaría.

Nunca se quiso casar, aunque se le conocieron varias «novias», pero tenía un miedo terrible a que le hicieran alguna jugarreta y se le quedaran con todos sus bienes. Decía que era muy dicícil encontrar una mujer que sirviera para él, así qie siempre vivió solo.

Andaba bastante mal vestido y tanto su casa como el moviliario de esta eran muy precarios, por lo cual se comenzó a correr el rumor entre los vecinos de que era muy tacaño y que todo el dinero que ganaba, que al parecer era bastante, lo ocultaba en algún escondite de la casa.

Mientras pudo hizo su propio vino en el patio de su casa y cada vez lo consumía en mayores cantidades, razón por la cual casi siempre que iba a visitarlo lo encontraba bastante pasadito de copas, lo cual lo hacía muy conversador, pero siempre me contaba las mismas historias cuatro o cinco veces y por esa razón los pocos conocidos que lo visitabamos lo rehuíamos  cada vez más, pues el estar junto a él se hacía un poco pesado.

En Uruguay no tenía ningún pariente, solamente unos sobrinos en Buenos Aires, a los cuales creo que solamente vio dos veces en treinta y cinco años. Pero un buen día, y despues de muchas dudas, se decidió a volver a Galicia para ver a su familia despues de casi cuarenta años y con la cual apenas tuvo ningún contacto en todo ese tiempo.

Estuvo casi un mes y medio por allí, pero volvió muy desilusionado, aunque no me quiso contar mucho del asunto, según parece acabó peleándose con los hermanos por problemas de tierras y de la herencia que le poertenecían.

Con el paso de los años y ya con su vejez a la vista, además de problemas de salud, me confió que estaba preocupado por su futuro, que cualquier día le pasaba algo y nadie se enteraría hasta que pasaran algunos días, pues además por las noches ponía varias trancas en la puerta por miedo a que lo sorprendieran durmiendo, era algo que lo aterraba…riéndose decía: «cando cheire bastante, chamaran a policía». Varias veces insinuó el ir se a vivir al Hogar Espñol que hay en Montevideo para los ancianos españoles que no tienen familia y hasta fue a ver cuales eran las condiciones para que lo aceptaran, pero finalmente siempre iba postergando la decisión. Yo creo que no le atraía mucho la idea de tener que ceñirse a un regalmento y a ciertos  horarios que cumplir tanto para las comidas como para dormir, puesto que él siempre había sido un bohemio y un anárquico y eso de ceñirse a horarios y reglamentos no era lo suyo. Tampoco le convencía el tener que entregar su casa y las máquinas del taller para poder ingresar el el  Hogar.

A la edad de setenta y ocho años su pronóstico se cumplió. Un buen día una vecina de mi madre le cuenta que Lino, el carpintero, había muerto….que lo habían encontrado a los tres o cuatro días de fallecer….que unos vecinos habían llamado a la policía….que se corrían muchos rumores sobre el asunto….que había un  policía en la puerta….que un vecino miró para dentro y vió que la casa estaba toda revuelta, como si alguien hubiese estado buscando algo….que le iban a hacer la autopsia…etc…etc.

Durante algún tiempo fue el comentario del barrio y muchos se preguntaban si el dinero que había acumulado, y nunca gastado, durante toda su vida aún seguía enterrado en algún lugar de la vieja casa, o si alguien ya lo había encontrado…o si había existido realmente dicho dinero.

Luego la autopsia señaló como un fallo cardíaco la razón de su muerte, muerte que quizás se pudo haber evitado de ser atendido a tiempo, pero a esas alturas el caso de Lino el carpintero…. ya era un caso cerrado.

Rodolfo Rodríguez


LAS PENELOPES GALLEGAS

enero 31, 2009

Un homenaje a las mujeres de los gallegos emigrantes.

Penélope fué un personaje de la mitología griega, cuyo marido, Ulises,  abandonó su hogar para ir a la guerra de Troya, aunque con la promesa de volver.

La espera de Penélope se hizo muy larga, pasaron los años y no había noticias de su marido. Los vecinos y parientes le decían que debía de haber muerto o que se había olvidado de ella, que rehiciera su vida y se volviera a casar,  pues propuestas no le faltaban. Pero ella seguía alentando la ilusión de que su marido un día volvería y quería seguirlo esperando.

Cuando la presión de sus pretendientes era insoportable dijo que iba a comenzar a tejer un abrigo y cuando lo terminara si el marido no había regresado aún, se volvería a casar. Pero Penélope, muy astuta, para ganar tiempo ideó el plan de desacer por la noche lo que tejía por el día. Así el tiempo se fué alargando más y más hasta que por fin su espera y valentía tuvo su premio, Ulises volvió al hogar y la historia terminó con un final felíz.

Historias parecidas a esta vivieron muchas mujeres, madres y esposas  de los miles de emigrantes gallegos que abandonaron su hogar para ir al encuentro de un furturo mejor en tierras lejanas.

La modalidad del emigrante casi siempre era la misma, como los recursos eran muy escasos y no había mucha seguridad con lo que se ivan a encontrar en el destino elejido, el hombre  era quien marchaba primero,  solo, dejando a esposa he hijos en su aldea natal, con la promesa de que pasado algún tiempo les reclamaría despues de acomodarse en el nuevo país, conseguir trabajo y un lugar donde poder vivir ya todos juntos, pues sin duda como los primeros tiempo eran los más difíciles siempre era mas facil que se las arreglaría mejor el hombre solo al principio.

No es difícil de imaginar las penurias que pasaban esos hombres, solos  y lejos de familia y hogar. Pero no siempre se resalta el coraje que debieron tener esas mujeres que esperaron por años la llamada de sus esposos, viendo con angustia que sus hijos crecían sin conocer muchas veces a su padre y otras veces sufriendo los rumores y malidicencias de algunos vecinos. Siempre esperando el momento del reencuentro que parecía no llegar nunca.

Quizás muchas de ellas habrían tejido y destejido muchos abrigos en esos largos años de espera e incertidumbre como lo hiciera Penélope en espera de Ulises.

Para muchas la historia acabó con final feliz, con el reencuentro de la familia nuevamente, pero tambien hubo otros casos,  que por distintos motivos, tuvieron otro tipo de desenlace no tan feliz.

Por intermedio de mi madre conocí el caso de una vecina de su pueblo, llamada Visita,  esta mujer se había casado y ya tenía un niño pequeño cuando su marido decidió emigrar a Uruguay para tratar de encontrar allí un futuro mejor y luego reclamar a mujer e hijo.

Pero el tiempo fue pasando y nada fue como se había planeado, cada vez fueron menos las noticias del marido, hasta que finalmente ya no hubo cartas ni noticias.

Visita tuvo que trabajar mucho en la tierra para sacar a su hijo adelante, hijo que fue creciendo lentamente sin conocer nunca a su padre. Pero ella jamás perdió la esperanza de que su » Ulises » regresara, porque la esperanza es siempre lo último que se pierde en la vida.

Dice mi madre que Visita trabajaba como una negra  » a la par de un hombre » y que su fuerza y corage eran las armas que lograron llevarla adelante en los peores momentos.

Años despues tambien mi madre se fué a vivir a Uruguay y uno de los encargos que llevaba era de Visita, tratar de ver a su marido o si no era sí, encontrar noticias sobre el.

Ya en Montevideo mi madre preguntó por el, pero poco pudo saber, la última noticia se remontaba a años atrás y segun le dijeron se había ido para Brasil, ese era su último rastro, nadie más supo de el desde entonces.

Al pasar de los años mi madre volvió a Galicia y en la aldea se reencontró con aquella » Penélope gallega » que le preguntó….¿ » non viches o meu home por ali » ?

Despues de ese primer viaje hubo otros, cada cuatro a cinco años, y en cada uno de ellos al ver a Visita esta siempre le repetía la misma pregunta ¿ » non viches o meu home por ali » ?, y a todo esto ya habían pasado más de veinte años. Visitas estaba ya muy viejecita, pero aún seguía con la esperanza de que su » Ulises » apareciese algún día.

Rodolfo Rodríguez

cañón del Sil

cañón del Sil


DE OFICIO AFILADOR

julio 17, 2008

Trabajar como afilador y además como paraguero, fue una de las modalidades que adoptó parte de la emigracion gallega, que salió en busca de un mejor futuro económico, que en su tierra no podia encontrar.
La mayoria de la los afiladores, salieron de la provincia de Orense y mas precisamente del ayuntamiento de Nogueira de Ramuin.
Fue un oficio muy especial, al cual se lo llamo «la industria ambulante», pues el afilador llevaba consigo todo lo necesario para ejercer su oficio. Y lo realizaba llendo de aqui para alla, siempre caminando detrás de su rueda de afilar, o a veces, montado en una bicicleta. Hasta que la modernidad y el desarrollo tecnológico, no lo convirtieron en un oficio practicamente extinguido  ( al menos en su forma tradicional ), muchos gallegos encontraron en él, un medio de vida digno para el y su familia.
Casi siempre lo realizaron en tierras lejanas, como el resto de España, y otros que fueron aún mas lejos y llegaron a América, donde hubo gran cantidad de afiladores en los grandes centros urbanos de Argentina, Uruguay, Venezuela, Cuba, etc..
Es interesante señalar que desarrollaron un sentimiento corporativo entre ellos, como los viejos oficios medioevales, e incluso llegaron a crear un idioma propio, como fue el Barallete . Una especie de jerga de grupo, que lo usaban solo para hablar entre ellos y que les servia para preservar los secretos de su oficio. El afilador llegó a tener una aureola folklórica y  de cierto romanticismo, y fue motivador de mucha literatura e inspirador  de muchos temas musicales. Recuerdo ahora una hermosa version rockera sobre la vida y los sueños del afilador del grupo Los Suaves. También otro bonito tema de Mocedades sobre el afilador y el paraguero, y hasta una versión tanguera sobre el mismo tema, de Magaldi, que se hizo en el Rio de la Plata.
Contaré ahora la historia de un afilador que llegó a serlo sin pensarlo, solo bajo el imperio de las circunstancias. Se llamaba Benigno Rodríguez y como no podia ser de otra forma nació en Nogueira de Ramuín en el año 1921. El haber nacido en el seno de una familia numerosa, y la bajisima productividad de la explotación agrícola y ganadera familiar, lo impulsaron muy pronto a recorrer los pueblos de Galicia vendiendo «quincalla», en las distintas ferias que habia, buscando mejorar su situacion económica. Varios años haciendo eso no satisfacieron sus expectativas, sobretodo cuando ya se habia casado y habian nacido dos hijos. Asi que se propuso dar el gran salto. Por intermedio de unos parientes que vivian en Brasil, consiguió que lo reclamaran, y asi se embarcó para Rio de Janeiro. Allí vivió un año, trabajando como panadero, y repartiendo pan, pero aquello no era lo que había imaginado. El insoportable calor y la humedad reinante lo hacian sufrir mucho. No podia dormir de noche, y siempre contaba que el agua que habia para saciar su sed, le sabia a caldo. Fue una mala experiencia; cuando hablaba del tema, siempre decia lamentandose: «ojalá me hubiera roto una pierna, cuando embarqué para allí».
Asi que decidió buscar otros destinos y alguién le hablo de Montevideo en Uruguay, y lo sedujo el echo de que allí el clima era muy parecido al de Galicia. Asi que con dos paisanos más en su misma situación, decidieron irse para allá.
Y aquí comenzó otra etapa de sus peripecias de emigrante. El viaje lo hicieron por via terrestre; fueron 5 ó 6 dias viajendo en tren y en camión. Como no llevaban papeles para entrar legalmente a Uruguay, al llegar a las fronteras y los controles aduaneros, tenian que bajarse del camión y cruzar la frontera a pié y por el monte, hasta más adelante, donde los esperaba el camión para seguir viaje. Al fin llegaron a Montevideo. Una de las cosas que más lo sorprendió, fue ver a los uruguayos tomando mate por la calle. Vivió mucho tiempo en pensiones, haciendo  jornales, Hasta que un dia hubo una redada policial en una de esas pensiones, y como seguia sin papeles lo llevaron preso. Asi estuvo varios dias detenido, hasta que gracias a la ayuda de algunos paisanos, pudo solucionar el problema. Consiguió trabajo en una barraca, pero al poco tiempo lo despidieron, y después de varias busquedas infructuosas , y cansado de la precariedad de los empleos, decide trabajar por su cuenta. Le compra una rueda de afilar a un paisano que volvia a España, y aqui comienza su vida de afilador.
Como no tenia ninguna experiencia como tal, al principio los afilados no le quedaban muy bien. Siempre contaba la anecdota, que la primera tijera que le dieron para afilar, le quedo tan mal, que le dio verguenza y la dejó en la puerta de la casa de la dueña, y salió casi que corriendo del lugar, empujando la rueda y que nunca mas volvió a pasar por aquella calle.
Poco a poco, con mucho esfuerzo y con la ayuda de otros afiladores, fue aprendiendo, hasta dominar todos los secretos del oficio, al que luego agregó el de paraguero. Hizo una gran clientela, y su vida mejoró mucho., se compró una casa y al poco tiempo, mando buscar a su esposa y sus hijos, que esperaban su llamado allá en Galicia. Asi llegue yo al Uruguay, ( donde aún estoy), pues era el mayor de esos dos niños, y donde conocí a mi padre a la edad de 7 años.
Con el correr del tiempo,muchos afiladores se instalaron con talleres fijos de afilados y paraguería, pero el siguió toda su vida, recorriendo detras de su rueda, todos los barrios de Montevideo, haciendo los trabajos a domicilio.
Tal vez lo mas importante, es que se sintió feliz en ese trabajo, que le daba independencia laboral, no tenia patrón y el fijaba sus propios horarios y sus propios recorridos.
Con el paso de los años y la perdida de salud, las recorridas, » a volta» como el las llamaba, fueron siendo cada vez más cortas; hasta terminar realizando los afilados y la compostura de paraguas, solo en su casa, a donde su nutrida y fiel clientela, le siguieron llevando los trabajos hasta el final de sus dias, que fue en el año 1998.
Rodolfo Rodriguez


VIAJES SIN RETORNO II

May 12, 2008

Casi todos los gallegos que emigraron, llevaban en su mente y en su corazón la idea de volver algun dia a su tierra. Por distintas razones muchos de ellos nunca lo pudieron hacer, ni siquiera para una simple visita. Gracias a mi antiguo oficio de paraguero conocí ya hace muchos años a una de ellas, cuyo nombre, si mal no recuerdo era Felisa. A ella, como a tantos, la suerte no la habia acompañado mucho en la vida. Era viuda y eso lo reflejaba en el uso de ese luto eterno que usaban muchos de nuestros antepasados mayores, cuando perdian un familiar. Esa ropa negra que usaba, se la veia muy vieja y ya roida por el paso de los años, tal vez, reflejo de una precaria situación económica. Siempre la recuerdo vestida de la misma forma, como si fuera su única vestimenta, caminando muy despacio y mirando a su alrrededor, a traves de unos gruesos lentes, que denotaban su ya poca visión. Hablaba también muy despacio y en forma monocorde, como alguién que ya habia perdido la mayor parte de sus ilusiones.

Llegó a mi tienda una vez, pidiendome que le arreglara un paraguas que traia, que también era negro como sus ropas y tan viejo como ella misma. Ya no valia mucho la pena repararlo, pero me dijo que habia sido de su marido y que lo habia traido de España, que le tenia cariño, y que hiciera lo que pudiera. Asi lo hice, lo mejor que pude, y se lo llevo. Al poco tiempo me lo trajo de nuevo, se le habia vuelto a romper y de nuevo todas las mismas palabras, e intentar arreglarlo de nuevo. Lo curioso y anecdótico, es que esta misma situación se repitió muchas veces mas, siempre llevando y trayendo el ya famoso y destartalado paraguas. En una de esas veces, le pregunté de que lugar de Galicia era, y por un momento me pareció que se le iluminaban algo los ojos y su voz denotó una leve emoción,: «eu son de Ponteareas, na provincia de Pontevedra, conoces? Despues de mas de 40 años en Uruguay, seguia mezclando el castellano con el gallego. Le dije que si, y le pregunté si habia vuelto a su pueblo, que aquello habia progresado mucho, y que cuando fuera no iba a conocer nada, pero no demostró ningun entusiasmo, me dijo algo asi como ,:para que iba a ir, si no iba a conocer a nadie y que nadie la iba a conocer a ella.. En otra oportunidad le insistí con el tema, comentandole que el gobierno de Galicia la llevaba gratis y le pagaba 15 dias de estadía, pero no tuvo ningun efecto. Como muchos paisanos, ya se habia resignado a su situación, aunque creo yo, que con un gran dolor en lo profundo de su alma.

Al cabo de un tiempo deje de verla, pense que habria desistido de seguir arreglando el viejo paraguas, o lo que es mas probable, que se haya cumplido lo que un dia me habia dicho: «eu, xa vou morrer eiqui». Como tantos otros emigrantes anónimos, Felisa nunca mas volvió a la tierra donde habia nacido.

Rodolfo Rodriguez